La luna la cubre un velo blanco.
Un velo blanco, de novia, o de tristeza.
Como tus ojos cuando se velaban
de tristeza los domingos.
Y tu mirada silenciosa adquiría
ese halo de profunda soledad y misterio.
Y yo te preguntaba,
y tú no querías decirme nada.
Ahora miro la luna,
y no sé si va a casarse
o está triste porque
Le inunda algún pensamiento del pasado.
Pero me hace pensar en ti.
Me hace sentir y reír.
Sentir porque me emociona.
Reír porque tal ambigüedad
en la luna me recuerda
cuando descubrimos juntos
la imagen de la mujer joven y vieja,
de sombrero y pluma,
y nariz aguileña,
y abrigo de pieles.
Y yo no veía y te preguntaba.
Y tú no querías decirme nada.
Ahora, de noche, hace frío,
y cruzo el puente bajo el río.
Y la luna me mira,
Pero no me dice nada.
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